Este es otro de los grandes licores de hierbas medicinales y aromáticas, producto tanto de ingenio como de cultura y laboriosidad de los monjes medievales, preocupados no sólo por la salud del alma, sino por el fortalecimiento del cuerpo.
Los cartujos de la Gran Chartreause, monasterio fundado en 1084 por San Bruno, en pleno corazón de los Alpes, comenzaron a destilar su licor a principios del siglo XVII con parecidas intenciones al famoso Benedictine, en el que quizás se inspirasen. Se atribuye al padre Jerome Maubec la invención de la fórmula - naturalmente secreta- en la que intervienen 130 hierbas y especias, y su riqueza aromática es tan sotisficada que el Chartreause puede considerarse como el más elaborado y singular de los licores.
Un licor de monjes, elaborado por monjes, que tras sucesivos avatares, producto de revoluciones y reformas políticas, tuvieron que abandonar su monasterio natal para encontrar cobijo en Tarragona, donde se sigue elaborando su fórmula magistral, lo mismo que en la localidad francesa de Voison, donde pudieron instalarse a partir de 1932.
El secreto de su calidad, aparte de su original y misteriosa fórmula, estriba tanto en el aguardiente de vino donde se maceran las plantas, como en su lento y cuidado proceso de destilación y envejecimiento.
Con una graduación alcohólica elevada, que llega a los 55º en el caso del chartreause verde, pero que en el amarillo, el más apreciado no supera los 43º, es un excelente digestivo.
Para los amantes de este licor la mejor forma para apreciar en toda su grandeza un chartreause, es mezclando a partes iguales los dos tipos.
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