Para conseguir un vino rosado el procedimiento es el siguiente, las uvas tintas son introducidas en los depósitos, normalmente de acero inoxidable, y por su propio peso se irán aplastando unas con otras, provocando que la piel se raje desprendiendo antocianos, materia colorante. Estas moléculas de color entran en contacto con el mosto incoloro y harán que éste tome cierta tonalidad rosada. Esta operación se realiza a temperatura controlada nunca llegando a sobrepasar los 10º C para impedir que el mosto fermente antes de retirar los hollejos.
Dependiendo del grado de extracción de color que se le quiera dar por parte del enólogo y según la madurez del fruto, permanecerán más o menos tiempo juntos la pasta y el mosto.
Para conseguir una buena tonalidad con buena materia prima, lo usual es mantener durante 12 horas esta maceración en frío. Acto seguido se trasiega el líquido ya teñido de un bonito color rosa a otro depósito donde realizará la fermentación, quedando sólo la pasta en el primer depósito.
Esta pasta podrá ser destinada a dos fines, reforzar otros tintos o elaborar los llamados tintos de “doble pasta”.
Si se detuviera en este punto el proceso de elaboración, el resultado sería un rosado fresco y joven de aromas muy frutales, que son prácticamente todos los que encontramos en las tiendas.
Sin duda, los vinos rosados son la mejor opción para acompañar las comidas y cenas de las vacaciones estivales en las que predominan recetas frescas y noches de felicidad.
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