Desde que el hombre aprendió a calentar líquidos en sus primitivas cacerolas o en pellejos de animal, pudo percatarse de cómo los vapores de la cocción,al condensarse accidentalmente, concentraban los aromas del líquido. Un fenómeno casual que con el discurrir del tiempo comenzó a ser provocado artificialmente. Así, la sublimación de líquidos es mencionada por Aristóteles para potabilizar el agua marina, eliminando sus sales mediante evaporación y posterior condensación. Este arte utilitario era bien conocido por los griegos, que lo usaban frecuentemente para obtener esencias de flores con las que elaboraban sus perfumes. Ya en el siglo I, Plinio; en su famoso tratado sobre la vid y el vino, menciona la destilación, aunque sin precisar a que se refiere.
Pero los verdaderos avances en el oficio de evaporar y condensar, con su inevitable cohorte de cacharros fabricados a tal fin, se desarrolla fundamentalmente en Egipto, donde el perfume, esencias, ungüentos y demás pociones tuvieron gran importancia.En ésta prodigiosa civilización, que conoce el surgimiento de la mayoría de las grandes invenciones gastronómicas como la cerveza, el vino, el pan, etc., la destilación de líquidos y la obtención de alcohol a partir de cerveza cocida debía estar muy desarrollada. Aunque no hay documentos históricos, ciertos lingüistas ven el vocablo Kemi, del viejo Egipto, la raíz de la palabra árabe Kimiya, y de ésta la de alquimia, rama de la investigación humana cuya actividad inicia su desarrollo entorno al crisol y el alambique.
Avala el nacimiento egipcio del arte de destilar el manuscrito de la biblioteca de San Marcos, donde una tal Cleopatra relata los trabajos de otra egipcia, notable destiladora, por más nombre María, a cuyo arte se debe probablemente la invención del baño de María.Y es en la ciudad egipcia de Alejandría donde Arquímedes conoce un modelo desarrollado de primitivo alambique atribuido a Hypatia, que nació en este centro cultural dos siglos antes. Zósimo, alquimista egipcio de origen griego nacido a finales del siglo III, aporta un dibujo y una descripción bastante precisa de lo que puede considerarse como el antecesor del alambique moderno en su obra Sobre los instrumentos y los hornos. Alambique que perfeccionaría un siglo después Simesio dentro de la mejor tradición alquimista, que buscaba afanosamente tanto convertir el vil metal en oro como lograr el agua de la inmortalidad, el auténtico OPUS de la ciencia química de la época.
En las fuentes egipcias, y concretamente en el faro de sabiduría de su inmortal puerto, Alejandría, los conquistadores árabes aprendieron el arte de destilar, convirtiéndose en sus entusiastas propagadores y verdaderos recreadores. Con la civilización árabe la química conoce un progreso impresionante, que propicia el desarrollo del arte de destilar, la perfección de su instrumento, el alambique, y el surgimiento de los primeros elixires, bebidas alcohólicas obtenidas apartir de vino. Fue el mítico y genial Xabir ben Hayyan, conocido como Geber, el inventor en el siglo VIII del agua regia, que disuelve el oro y del agua fuerte, que disuelve la plata; en la versión latina de sus obras se menciona el aqua vitae, que disuelve la razón.
Y Córdoba, la capital del califato, se convierte en la nueva Alejandría de la mano de los mejores médicos, naturalistas y alquimistas. Allí, durante el siglo XII, la industria des destilado para perfumes, pomadas y elixires conoce un gran esplendor, irradiando su sabiduría a todos los países mediterráneos.
A los árabes debemos no sólo el arte sublime de destilar alcohol, sino el mismo nombre del precioso líquido, ya que éste deriva de la palabra kohol, que en árabe designa una preparación de antimonio con la que las mujeres se maquillaban los ojos. Lo mismo ocurre con alambique y alquitara; ambas palabras procedn del árabe ambiq y qatra. Palabras, arte e instrumentos, tal es la herencia que aquellos magnificos civilizadores aportaron al oscuro mundo cristiano de la edad media.
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