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jueves, 1 de enero de 2009

Miguel Boadas

boadas_barcelona Y si Chicote fue el barman de Madrid, un coetáneo suyo, Miguel Boadas, fue el barman de Barcelona. Boadas nació en 1895, en La Habana, hijo de emigrantes catalanes de Lloret de Mar, dio sus primeros pasos en la taberna que regentaban sus padres en la calle del Empedrado, en el casco antiguo de La Habana.  Desde niño, pues, como Pedro Chicote, frecuentó el ambiente de los aguardientes, de las tabernas y de los bebedores.

La madre y el niño regresaron a España mientras el padre seguía trabajando en Cuba, y cuando cumplió trece años Miguel regresó al lado de su padre. Muy pronto, apenas dos años más tarde, ya estaba trabajando como barman en un bar de La Habana propiedad de su primo Narcís Sara Parera, destacado directivo del Centre Catalá de l’Havana. Ese bar comenzó llamándose La Piña de Plata y luego lo bautizaron La Florida, nombre que se transformó pronto en Floridita.

Allí oficiaba como barman Miguel Boadas, y también, como muchos grandes bármanes, compaginaba el trabajo en varios escenarios, pues además de en el Floridita trabajaba de vez en cuando en el palco presidencial del famoso frontón Jai Alai o en el elegante bar del Yatch Club de La Habana.

Tenía ya 31 años cuando, en 1925, decidió venir a España a visitar a su familia de  Lloret de Mar, en la provincia de Gerona y allí se enamoró de una muchacha llamada María que sería su esposa y la madre de sus hijos. Esa nueva circunstancia en su vida hizo que Miguel Boadas se plantease la posibilidad de quedarse en España, y así lo hizo; fijó su residencia en Barcelona y comenzó a trabajar en el bar Moka, para luego pasar por otros locales como el Nuria, la Maison Dorée y el Canaletas, bar este último donde diseñaron y construyeron una barra especial para Boadas y sus ayudantes.

Por fin, en 1933, logró hacer realidad el sueño dorado de muchos bármanes: tener su propio bar. Y en octubre de ese año se inauguró el Boadas Cocktail Bar, en la calle de Tallers, a pocos metros de las Ramblas, muy cerquita de la Plaza de Catalunya.

Ahora, cuando hace ya muchos años que Miguel Boadas no está con nosotros, su bar sigue siendo el punto de referencia entre los barceloneses aficionados a la coctelería, atendido por su hija María Dolores, siempre sonriendo y manteniendo esa preciosa complicidad que todo buen barman, en este caso barwoman, debe saber tener con sus clientes.

El escritor español Arturo Pérez Reverte, en una de sus novelas, La carta esférica, sitúa una escena en el Boadas Cocktail Bar:

«La mujer lo miró con curiosidad. Sonreía un poco, tal vez por haber observado el modo en que Coy se había acercado a la barra abriéndose paso con la decisión de un pequeño y compacto remolcador entre la gente que se agolpaba delante, en vez de quedarse atrás en demanda de la atención del camarero. Había pedido una ginebra azul con tónica para él y un martini seco para ella, trayéndolos de regreso con hábil movimiento pendular de las manos y sin derramar una gota. Lo que en Boadas y a tales horas no carecía de mérito.»

También Álvaro Mutis, el escritor colombiano Premio Cervantes de Literatura, además de hacer continuas referencias a los cócteles en sus novelas protagonizadas por Maqroll el Gaviero, en varias ocasiones sitúa la acción en el bar Boadas de Barcelona:

«Los problemas de Maqroll hallaron solución por la vía más inesperada e imprevisible. Una noche, en el bar de Boadas, adonde mi amigo Luis Palomares me había introducido con recomendación de que me atendieran muy especialmente, estaba ensayando, por enésima vez, la fórmula ideal del dry martini, cuando se me acercó un inglés, a todas luces funcionario de Su Majestad en Barcelona, para proponerme un par de variaciones que podrían llevarnos al paradigma de ese cóctel inalcanzable.»

 

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1 comentario:

Xesco dijo...

Miguel Boadas fue asiduo colaborador de la revista Menage durante los años treinta, los cócteles presentados por esas fechas y publicados en la revista dirigida por Rondissoni son muchos.

un saludo

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