De la ciruela se obtiene un aguardiente muy popular y entendido en la Europa oriental y balcánica, donde recibe distintos nombres, slivowitz, slivovika, slijiva, rajika, etc.
Fue célebre en el siglo XVIII, sobre todo en la antigua Yugoslavia, quizás su patria de origen, donde la influencia veneciana difundió las técnicas de la destilación.
En cualquier caso, en la antigua Yugoslavia siempre ha considerado al slivovitz como su bebida nacional, y es en este país donde se elaboran los mejores y más exquisitos aguardientes de ciruela, realizados a partir de la variedad rica, carnosa y dulce de Bosnia, llamada pozaga, recogida en árboles de al menos 20 años de edad.
El proceso de elaboración, como el de todos los aguardientes seculares, ha sufrido un apurado preciso y cierto nivel de sotisficación, que garantizan la obtención de alcoholes muy puros y aromáticos.
Se parte de las ciruelas ya muy maduras, incluso algo pasadas, para que su concentración de azúcares sea algo mayor.
Luego se trituran, generalmente con parte de sus huesos, para obtener los aromas de almendras amargas que requieren estas bebidas;
la masa obtenida, con su zumo, se deja fermentar espontáneamente durante unos 15 días; posteriormente se somete el mosto a una doble destilación en alambique pot hasta obtener un alcohol muy aromático de unos 50º, que se envejecerá en barricas de 19 hectolitros durante un año, al cabo del cual se dejan macerar en el aguardiente ciruelas frescas escogidas para añadir aromas a la bebida.
Finalmente, cuando el slivovitz tiene su bello tono amarillento, toda su fragancia y sabor, se embotella para ser puesto a la venta 3 o 4 años después, que es cuando el aguardiente, asentado, está listo para el consumo.
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