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domingo, 7 de octubre de 2007
España, el paraíso del anís
Hayan sido los inventores franceses, holandeses, o los súbditos del califa Abderramán III, lo cierto es que el anís ha tenido en España su verdadero paraíso. No solo somos, o hemos sido los mayores consumidores de éste aguardiente, sino que lo elaboramos de todas las formas y maneras posibles, alcanzando en ciertos lugares una maestría insuperable: el vivaz Ojén, la briosa Cazalla, el potente y equilibrado Chinchón, o los obtenidos en las célebres fassinas de Badalona, Reus, Tarragona o Barcelona. Hubo una época, a partir del siglo XVII, y antes de que el brandy jerezano se impusiera como bebida fuerte en todo el país, que España entera bebía anís, aguardiente que se tenía por terapéutico bueno para el alma y sano para el cuerpo, y con el que se quiso nada menos que atajar el cólera cuando, por el año 1874, irrumpió ferozmente en la península através de Alicante. Eran los tiempos en que el aguardiente de anís se elaboraba tanto clandestinamente -mediante alquitareros transhumantes que en los meses de Octubre, Noviembre y Diciembre se destilaban a destilar orujos, como los famosos de Monforte, en Galicia, o los de Quintanar de la Orden, en Castilla-, como industrialmente, gracias a la creación de destilerías en Aranda del Duero, Mireanda de Ebro, Peñafiel y Madrid por esforzados catalanes. Tiempos en los que, como cantan las coplas y refiern los escritos, se tomaba diluido con agua, en la popular <>,refresco veraniego por excelencia aunque para tales menesteres se utilizaba el anís dulce. En 1885, Pablo Esparza crea en Villalba una de las marcas más antiguas y míticas: <> que empezó llamándose <>, pasando luego a conocerse como <> hasta la simplificación actual. En 1895, Francisco Serrano Lopez-Brea, comienza a elaborar en Oviedo otro anís de prestigio; <>, con su primo hermano <> y a los que seguirían en franca imitación el <>.Pero quien más fama y notoriedad alcanzó en la época dorada del anís es decir en el último tercio del siglo XIX fué José Bosch Grau, emprendedor dueño de una fassina familiar de Badalona. Él tuvo 3 ideas geniales, que marcarían toda una época. En primer lugar, colocar en la etiqueta un mono, impulsado por el prestigio de los anisados de Monóvar 4el pueblo donde los destiladores se habían librado de los efectos del cólera. La gente demandaba éste milagroso aguardiente de anís pidiendo simplemente mono, en un apócope que ilúmiono la mente del sagaz José Bosch. Pedir un mono era por tanto la mejor publicidad que se podía hacer de su producto, asociado así a las virtudes del codiciado anís alicantino. Luego la fama se ampliaría con imitadores menos ingeniosos y nace así el <>, <>, <>, <>, etc. Ante tal avalancha de animales, recurre a otra iniciativa: un concurso de carteles convocado en 1897, que gana una admirable obra de Ramón Casas. En él se ve a una morenaza con mantón de manila que sujeta con una mano, la consabida copa de anís, y con la otra el inevitable <>. Finalmente éste genial catalán introdujo la botella diamantina, frasco destinado inicialmente para un perfume. Un éxito redondo que ha terminado por crear estilo. En ésto también es imitado, y la botella belustre con puntas de diamante se ha convertido en el envase emblemático del anís.
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