Ni un país tradicionalmente vinícola como España, pudo resistirse al embrujo de la cerveza.
Desde que el emperador Carlos V la introdujo en territorio español en el siglo XVI -tras abdicar del trono mandó instalar una pequeña fábrica en el monasterio de Yuste-, la bebida fue evolucionando y poco a poco, llegó a convertirse en un producto muy popular. La irrupción de las principales compañías cerveceras españolas -Moritz (1856), Mahou (1890), Águila (1900), Cruzcampo (1904) y Damm (1910)- aceleró la consolidación de la bebida entre los españoles.
Varias son las razones que dispararon el consumo en España. El auge del turismo es, sin duda, una de ellas. También su baja graduación alcohólica y sus refrescantes propiedades contribuyeron a que a partir de la década de los 60, se situara entre las bebidas más consumidas de nuestro país.
Según Cerveceros de España, antigua Asociación Nacional de Fabricantes de Cerveza, en el 2007 las empresas asociadas pusieron un total de 33.179.934,28 de hectolitros en el mercado español. El barril, con 9.557.876,58 de hectolitros, fue el tipo de envase más utilizado, por delante de la botella reutilizable, la lata y otros envases no reutilizables.
La cerveza con alcohol (29.875.728,36 de hectolitros) mantuvo la supremacía frente a la cerveza sin alcohol, aunque ésta última cada vez tiene más adeptos y ya copa el 10% del consumo nacional.
Por último, el sector de la hostelería sigue ocupando el primer puesto como canal de distribución, con 20.364.512,85 de hectolitros por delante del hogar, (casi 13 millones de hectolitros).
Los consumidores de cerveza, como la bebida, también han evolucionado, y ahora son más selectivos. Prueban, comparan y eligen la marca y el estilo más afín a su paladar. Afortunadamente, la oferta es amplia y variada.