A la botella le quitamos capuchón y etiquetas y con rotulador indeleble blanco,marcamos un código en el cristal de la botella.
Cubrimos la botella con un cilindro de cartón coarrugado.
La destapamos sin mirar el tapón por si luciese algún sello el corcho que pudiera dar algún tipo de pista sobre su denominación de origen. Hay que valorar el vino sin prejuicios y sin preferencias.
Se sirve, se prueba y se puntua de 0 a 10.
Se valora su presencia en boca, eso compone el 50% de la nota.
Se valora su presencia en nariz, un 25% de la nota.
Su aspecto y color supondrán aproximadamente del 10 al 15% de la nota y el restante surgira de otros valores muy diferentes:
Se valorará si emplea variedades convencionales o bien tradicionales.
Si la agricultura es convencional, ecológica o biodinámica.
Si es vendimia mecánica o manual.
Su posibilidad de maridaje y su relación calidad-precio.
La suma de boca, nariz, vista y todo lo demás, compone la nota final.
La virtud de un catador tiene que ser principalmente tener el máximo respeto por cada vino que cata,puesto que independientemente de la nota que se otorgue al final, todos los vinos son el resultado de un trabajoso proceso.
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